Nunca me he considerado un fotógrafo, pero aquí estoy, haciendo fotos y escribiendo historias. Me encuentro cogiendo mi cámara y llevándola conmigo allá donde voy. Ya sea al apartamento de un amigo, a la tienda o al parque, siempre llevo conmigo mi cámara réflex. Ha sido una forma de iniciar una conversación para muchos, y ha demostrado ser valiosa en más de un puñado de ocasiones.
Una vez en el parque vi a un joven pedir matrimonio a una joven. Sin dudarlo, me puse a fotografiar el acontecimiento. Quedaron grabados muchos recuerdos maravillosos. Después me acerqué a la pareja, les felicité y les ofrecí enviarles algunas fotos. Se alegraron mucho y agradecieron mi intromisión en los clics de la cámara. A cambio, me invitaron a comer y compartieron su historia. Me emocioné mucho con sus aventuras.
Lo más relevante de las aventuras fue como trataban de siempre combinar los colores de verano en sus atuendos, desde llevar chamarras de mujer con vivos en tonos rosas amarillos hasta abrigos totalmente garigoleados. En definitiva, uno aprende mucho durante el camino.
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